La Quebrada de Humahuaca ya era un destino soñado por su belleza natural y su rica historia. Pero ahora, con el impulso de la nueva ruta del vino, esta región del norte argentino suma una experiencia inolvidable para los sentidos.
Recorrer los caminos de Humahuaca entre viñedos, copas tintas y montañas de colores se convierte en una propuesta irresistible para quienes buscan algo más que un viaje: una vivencia auténtica, donde la cultura, la gastronomía y el vino se entrelazan con el alma del paisaje jujeño.
Desde San Salvador de Jujuy hasta Tilcara, la flamante ruta vitivinícola se despliega como un tesoro escondido entre los cerros. Con más de 20 bodegas que abren sus puertas al turismo, el circuito invita a descubrir etiquetas premiadas, sabores locales y proyectos familiares que hoy brillan con luz propia. A lo largo de la mítica Ruta 9, las vistas panorámicas compiten con las degustaciones: es habitual brindar con una copa de Malbec o Criolla mientras se contempla el Cerro de los Siete Colores o la imponente Paleta del Pintor.
Uno de los grandes motores de esta movida es la bodega El Bayeh, ubicada en Maimará. Allí, la vendimia se celebra con un festival que ya se volvió un clásico: tres días de música en vivo, gastronomía de autor y vinos únicos. Dirigida por Daniel Manzur, esta bodega de espíritu familiar y tradición andina produce vinos bajo la mirada del reconocido enólogo Matías Michelini. El nombre de una de sus etiquetas, Pequeños Parceleros, homenajea a los productores locales que aportan sus uvas y saberes ancestrales.
Y si de vinos destacados se trata, no hay que dejar de mencionar a Cielo Arriba, un blend elaborado por Alejandro “Colo” Sejanovich en Huichaira, que alcanzó los 95 puntos según referentes como Tim Atkin y James Suckling. Sejanovich, junto a otros prestigiosos winemakers como Andrés Vignoni o Lucas Niven, contribuye a elevar el perfil de la vitivinicultura jujeña, una de las más particulares del país: aquí los viñedos crecen en pequeñas parcelas, entre quebradas y a gran altura, lo que da origen a vinos con identidad propia.
Cada bodega tiene su impronta. Antropo Wines, por ejemplo, se destaca por ser la primera bodega urbana de la provincia, mientras que Bodega Kindgard, en Tumbaya, propone caminatas con vistas de postal y almuerzos maridados con vinos de autor. Viñas de Uquía, en el norte extremo de la provincia, sorprende con sus viñedos a más de 3.300 metros de altura y una cava ubicada dentro de una antigua mina.
Para quienes buscan combinar paisajes y buena mesa, Casa Mocha, el restaurante de El Bayeh en Huacalera, fusiona lo mejor de la cocina andina con raíces árabes. Y en Tilcara, Huichaira Vineyards ofrece experiencias gourmet, cocina en vivo y recorridos entre viñedos que permiten descubrir los secretos de cada botella.
Moverse por la Quebrada es parte del encanto, aunque hay que tener en cuenta que las distancias entre bodegas pueden ser largas y no siempre accesibles en transporte público. Por eso, muchas personas optan por alquilar un vehículo o sumarse a excursiones personalizadas. Una buena opción es contratar los servicios de Rito Viajes, agencia dirigida por la sommelier Pía Graziosi, que diseña recorridos a medida según el perfil del visitante.
La mejor época para realizar este viaje es entre marzo y mayo, durante la vendimia y el otoño, cuando el clima es ideal y el paisaje se tiñe de tonos dorados. Sin embargo, la ruta del vino jujeña puede disfrutarse todo el año, gracias a la calidez de su gente y la magia constante de sus paisajes.
La nueva ruta del vino de Jujuy no es solo una invitación a degustar grandes vinos: es una manera distinta de conocer una de las regiones más fascinantes de la Argentina. Brindar en lo alto de la Quebrada, con el viento andino acariciando el rostro y los cerros como testigos, es una experiencia que queda grabada en el alma. ¿Te animás a vivirla?